

-Suba, suba. Allá estará bien, le dará el sol. Antes dábamos un bollo de pan el día de la fiesta pero ya no la celebramos.
Ernesto Reiner, 1984
Pueblo de ermitas era Soto. Actualmente sólo una permanece activa. Quedan ruinas de San Martín y El Campo y -a principio del s. XXI- fue restaurada para otros usos la de San Antón.
Hasta el primer tercio del siglo XX aún permanecían tres dentro de la población: la que sigue activa coronando la colina, Ntra. Sra. de Rosario (situada en la carretera), y San Blas (debajo de la carretera a la entrada al pueblo; su edificio, no utilizado como ermita hacía muchos años ya, fue derribado en el año 1998). El resto estaba situado en los diversos caminos que unían Soto con las poblaciones de las alturas: El Campo, en el camino de Luezas; San Babilés, en el cruce del camino de Treguajantes y el de la umbría; San Antón, en el camino de Treguajantes; y la que nos ocupa: San Martín. Plantada en el camino a Trevijano, su pórtico - rasgo típico de todo este segundo grupo de ermitas- podía dar cobijo a viajeros y caballerías cuando eran sorprendidos por una tormenta.
Si exceptuamos la ermita de la Virgen y la de El Campo, el resto sólo tenía actividad un día al año, el día del santo al que estaba dedicada. La fiesta de San Martín se celebraba el día 11 de noviembre; el premio para los que subían, un bollo de pan.
Esta ermita “Se edificó a espensas de D. Antonio Elías Romero año de 1876”, según figuraba en una inscripción. Pero -al menos desde 1746- la ermita de San Martín, como el resto, había recibido la “visita de de inspección” periódica por parte del representante del obispo.