Piedra, madera y adobe


Desde el plano




Dibujo de Ernesto Reiner: panorámica
Dibujo de Ernesto Reiner (28-2-1983)
Más dibujos


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Para ver el dibujo en el punto donde se realizó.

    Y como el viajero trae vacío el morral, va volviendo a Soto por el serrón que muere en la ermita del Cortijo y una vez más se asombrará de la enorme cantidad de diminutos restos de vieja cerámica que se encuentra en los lugares más inverosímiles de Camero Viejo. En la plaza de Soto ya no queda nadie, se han ido todos a comer.

Ernesto Reiner, 1984


(c) de los dibujos: Ernesto Reiner Muller


Desde el Plano de Trevijano

1027 metros sobre el nivel del mar en el Plano frente a los 713 que hay en la Plaza. De ahí el picado del dibujo. De las "piedras, madera y adobe" que da título a esta sección aquí sólo vemos las piedras sin trabajar; mejor dicho, lo que vemos es la piedra trabajada, y mucho, por el tiempo. Se trata del comienzo del Cañón del Leza.

Son paredes verticales que encajonan el lecho del río. El el centro del dibujo, la Cárcara, meandro que guarda la espalda norte del pueblo. Antiguamente era el lugar al que se arrojaban, desde las eras que se ven arriba, los animales que morían y, por ello, sitio visitado por la colonia de buitres que anida más abajo. Estampa típica de estos días de "festín" era la del buitre que, con con grandes dificultades, iba buscando una piedra que le proporcionase un poco de altura para elevar el vuelo: el buche lleno y, sobre todo, la envergadura de sus alas suponían un problema al final de la fiesta.

A la derecha, las rocas que bordean la carretera desde Puentenuevo. En este caso, su verticalidad fue producida por los barrenos cuando el el s. XIX se decidió cambiar el trazado de la carretera vieja, que quedó más abajo y que ha sido recuperada como paseo. A la izquierda el cañón en su zona más abrupta.

Escondido en el fondo del valle, Soto. Las eras, colocadas estratégicamente en el cordal para recoger el cierzo que sube valle arriba en las tardes de verano; las casas, recostadas en la colina al abrigo de los vientos del norte; y, serpeante, el valle del Leza que, dejado el cañón, se abre un poco aguas arriba.