Mi visión de Soto aquellos días que ahora veo no puedo decir que me satisface, no, lo que hace es dejarme sin saber cómo conseguí realizar todos esos dibujos de vuestro lugar. Lo que si me ocurre ahora, [...] es pensar en todo lo que no vi, todo eso que debería haber visto y, naturalmente dibujado. Porque sigo recordando lo grande y enrevesada que era esa localidad.
Ernesto Reiner, 2022
Dos son los tipos de solana que se dan en las casas: la que va a ras de la fachada principal y la que se monta sobre el tejado. El perfil de la casa de la izquierda podría servirnos como ejemplo del segundo caso.
Estamos cerca de la cima de la colina (al fondo, las siluetas de los inevitables pajares que -norte, sur, este y oeste- rodean al pueblo) y podemos ver cómo las calles en pendiente trepan por ella. Cuando la puerta de la casa no puede asomarse directamente a la calle principal, se prepara una entrada que la acerca. El portalón al aire de la casa de la derecha es uno de los dos que quedan en el pueblo: el pie de madera que queda más a la intemperie se apoya en un dado de piedra para evitar la humedad. Piedras labradas más pequeñas que ésa -cilíndricas en ocasiones- y con una oquedad en su parte superior aparecían junto a algunas puertas (de casas o de corrales): servían para echar agua a las gallinas, cuando las gallinas correteaban libremente por calles, terreros y muladares.
Cuando una casa se cae o es desmontada, lo que queda una vez aprovechada la madera y parte de la piedra es un terrero. Los terreros, por desgracia abundantes, conservan la parte más baja de la pared de piedra de la antigua casa (normalmente la imprescindible para que no se derramen los escombros a la calle de abajo) y la tierra de los adobes mezclada con yesones. Árbol típico de los terreros es el nogal, uno de cuyos ejemplares es el que se ve en la parte superior del dibujo.
El mal estado del revoque de yeso de las fachadas y los tabiques de adobe caídos nos permiten ver la estructura de madera: pies, cuartones, soleras y los cabrios en los aleros.