Los inviernos eran largos y las labores en el campo, una vez recogidos
los frutos y sembradas las cebadas, eran escasas. Así que durante estos meses los trabajos se hacían en casa (o en la calle junto a la puerta),
unas veces arreglando cosas pendientes y otras realizando tareas típicas del invierno.
Hacer rajas los troncos de árboles que se habían arrancado en la huerta, el roble obtenido en las cortas o que se había
comprado era una de ellas; limpiar las cuadras (de los machos, de los cerdos, de los conejos o de las gallinas) era otra;
y junto a ellas, repasar el basto, zurcir un serón, arreglar la salma o cualquier otro apero que lo necesitase... Y hacer
vencejos para cuando llegase la hora de la siega.