Parva vuelta y bien trillada,
si hay buen viento, despachada.
Pero si fallaba el viento (algo usual en las tarde de las bochorneras de agosto), había dos soluciones: esperar hasta el día siguiente o, en eras en las que había una máquina de aventar, darle a la manivela.
El día de la trilla se pasaba en la era. Por la mañana se trillaba, por la tarde se aventaba. A mediodía llegaba desde casa la cesta con mantel y comida. Y no faltaba la bota y el barril en el sitio más fresco de la era o el pajar. La actividad en las eras de La Cuesta, El Campo, La Virgen y San Antón podía durar desde mediados de julio hasta finales de agosto. También se trillaba a veces en algunas otras eras repartidas por términos alejados del pueblo.