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Torre, reloj y campanas Este apartado recoge datos escritos de los libros de fábrica de la parroquia de Soto en Cameros referidos a torre, reloj y campanas; a ellos se suman los recuerdos de quienes fuimos chavales en los años 40 y 50 del siglo pasado y recorrimos la torre de abajo arriba y de arriba abajo sin demasiado control.
Doce reales que costó la veleta para la Cruz de la torre. Eso dice un asiento en el libro de fábrica(1) de la iglesia de Soto correspondiente al año 1699, último año del siglo XVII, que fue junto al XVIII el siglo de la construcción del actual templo. Con esa veleta quedaba coronada la torre que, desde ese siglo, es una de las imágenes más potentes de Soto. Y desde entonces podemos ver al momento si nos sopla el calahorrano, hay cierzo, gallego o nos abrasará el bochorno. 1.-A falta de dos para llegar a cien Diecinueve amplias escaleras con una hermosa balaustrada de madera(2) y se llega al coro; otras treinta y seis (ya más sencillas) y te encuentras a la altura de “las bóvedas”(3) y las ventanas; si ascendemos otras treinta y una (en la zona más oscura de la torre) podemos entrar al cuarto del reloj; para finalizar, doce peldaños entre paredes nos dejan en la plataforma de las campanas, en el campanario, con buen aire y con vistas a norte, sur, este y oeste. Un punto cardinal por campana; o una campana por punto cardinal, que es lo mismo. Suman en total noventa y ocho peldaños en dieciocho tramos con diecisiete descansillos (nombre bien puesto, por cierto) que hacen veintiún metros de altura, que son los que hay desde la calle hasta la plataforma de las campanas; sumándoles los siete de campanario y otros once hasta lo alto de la cruz, la torre de Soto, con sus cerca de cuarenta metros, destaca entre las torres de la Sierra por su altura además de por su chapitel de ladrillo. La subida hasta el cuarto del reloj era una obligación semanal, los sábados habitualmente; las noventa y ocho escaleras hasta el campanario había que sufrirlas siempre que hubiera que voltear una o las dos campanas mayores, para los toques de difuntos, gloria o rogativas y, habitualmente, para el toque del mediodía. Para el resto de toques se utilizaba como norma el sistema de cuerdas o alambres que permitían actuar desde poco más arriba del coro (hasta mediados del siglo XX) o desde la altura de las ventanas de la torre (últimos años de toque manual).
El encargado de subir las escaleras para darle cuerda al reloj y tocar las campanas era el sacristán. No figuran nombres propios de sacristanes en las anotaciones del libro de fábrica. Pero sí que recordamos cómo se llamaban los dos últimos que hubo en Soto: Felipe López (aunque la que se encargaba habitualmente de subir a la torre era su hermana Marili, que Felipe, caminero, tenía trabajo en la carretera) y Ángel Casero. En caso de volteo general, el sacristán pedía ayuda a mozos(4) dispuestos a echar una mano (o las dos) al yugo de las campanas. Al sacristán le pagaba la Parroquia por tocar las campanas y el resto de funciones que tenía; pero también el Ayuntamiento aportaba una cantidad. En el libro de actas del Ayuntamiento del año 1953, por ejemplo, consta que Igualmente se acordó reconocer al encargado del Reloj el aumento concedido desde 1º de Junio último consignando la cantidad en el nuevo presupuesto. De igual forma, en el libro de cuentas corrientes correspondiente a 1972 se observa que el Ayuntamiento da una subvención anual a la Parroquia de 1.000 ptas. También consta un pago de 1.500 ptas. de jornal por dar cuerda al reloj(5). Mirando más atrás, en la presentación de la “Concordia de esta villa de Soto de Cameros con los Sres de Cabildo Eccco. Año de 1774” que nos ofreció Roberto Calvo en el número 4 de esta revista, se recoge como obligación del sacristán tañer a maitines, misa, Vísperas y al Sacramento, Ave María y Ánimas conforme la costumbre de esta Iglesia(6). Y aunque desapareció la figura del sacristán, el reloj siguió funcionando. Durante un tiempo le dio cuerda semanalmente Benito Solano; también se encargó de él, durante muchos años, Primi Lázaro.
Vamos con nuestra torre. La torre de la iglesia de Soto consta de tres cuerpos de sillería (el último, octogonal) y chapitel de ladrillo. Ocupa, en el plano de la iglesia, el lugar de la última capilla del lado de la Epístola, frente a la capilla bautismal. La veleta que la corona ya hemos dicho que se colocó en 1699, pero en 1736 aún se pagaron 50 reales por poner la puerta de la torre encima del coro para subir al campanario, en 1744 se anotaban 7 reales 14 maravedíes para cerrar algunas ventanas de la torre y en 1750 se anotaban 18 reales y 14 maravedíes por componer el plomo del chapitel de la torre con clavos y jornales. Es decir, siguieron las obras durante la primera mitad del siglo XVIII. Y siguió dando guerra el plomo del chapitel (mucho aire allí arriba…). Así vemos que en 1770 se anotaron en el libro de fábrica Ciento treinta y seis reales y veinte y cuatro maravedíes que costaron de asentar los plomos que levantó el aire en el Chapitel.
La torre, junto al reloj y las campanas que alberga, se ha llevado a lo largo de estos más de 300 años una buena parte de los gastos en la iglesia. Las dos últimas inversiones fuertes fueron el reloj actual y, sobre todo, la restauración del año 2000(7). Pero a lo largo de los años se pueden rastrear gastos menores, unos de mantenimiento y otros de inversión, que lograron pasar a las generaciones siguientes bastante bien conservado el patrimonio recibido de las anteriores. Ya antes de colocar la veleta, aún en el siglo XVII, se anotan en 1675 112 reales 22 maravedíes para aderezar las campanas. Hemos olvidado la vegetación presente en el chapitel hasta finales del s. XX que terminó por arruinar la cubierta de ladrillo (y que sigue creciendo en algunas de las paredes de la iglesia); pero venía de antiguo. Hace 110 años figuran 122'50 reales satisfechos a Juan García, escalatorres, vecino de Villoslada, por asegurar la Cruz, limpiar de arbustos y maleza el chapitel y cornisas de la torre limpiando la torre de los espinos y madreselvas que en ella se habían criado. Esos espinos y madreselvas, no una hierba cualquiera, son los que aparecen en la portada del libro “Soto en Cameros. Imágenes de un pasado”, publicado por Jesús Alonso en 2023, en foto realizada dos años antes de que Juan García hiciese la limpieza.
Al dinero invertido en la edificación habría que añadir los gastos del reloj o relojes, porque han sido varios. Un ejemplo: las 20 000 pts que costó el penúltimo de los que han habitado nuestra torre, donado por D. Pedro Mazo(8). Y la inversión en las campanas, con dos tipos de gastos: fundiciones o refundiciones que había que hacer cada cierto tiempo y desembolsos -más pequeños- para mantenimiento, sobre todo de badajos y cuerdas.
¿Mucha torre para un pueblo? Ciertamente que es hermosa. Pero hay que agradecer a las generaciones que nos han precedido ese patrimonio. Para sostener semejante edificación la base sobre la que se asienta tiene una superficie de más de 45 m2: un cuadrado de casi siete metros de lado. Como hemos dicho antes, ocupa el lugar de lo que hubiese sido la última capilla del lado de la Epístola sobresaliendo cerca de dos metros sobre la fachada sur de la iglesia; su cara oeste crece soldada a la fachada del templo hasta el final del primer cuerpo (aunque se ve el zócalo bajo el pórtico). Está abierta a tres puertas, todas en su pared norte: la de acceso desde la nave, la que da paso al coro y la que permite (agachando bastante la cabeza, eso sí) pasar a las “bóvedas”. Y le dan luz cuatro ventanas: la primera al sur, frente a la puerta de entrada antes de la llegada al coro; la segunda, una saetera abierta también al sur, a media altura del primer cuerpo; y las otras dos, a sur y oeste, en el nivel de las “bóvedas”. Estas últimas, que desde la restauración del año 2000 tienen sendas vidrieras, estuvieron en los siglos anteriores tapiadas en piedra y con un pequeño hueco para que entrase un poco de luz.
Semejante construcción debe ser fuerte para mantenerse como se ha mantenido. Casi dos metros de anchura miden los muros en la base; conservan bastante más de un metro de grosor a la altura de las “bóvedas” y mantienen aún 112 cm en las ventanas de las campanas. Y aunque el chapitel que la corona ha dado problemas a lo largo de su vida, han sido menores y menos importantes que los de la media naranja del crucero.
Por dentro, la escalera va ascendiendo en tramos rectos adosados a las paredes con un descansillo en cada esquina y un descanso especial en la entrada a las “bóvedas”. Debajo del campanario, reforzado con zancas, el cuarto del reloj. Y descendiendo desde allí hasta el coro de la iglesia, pegado a la pared norte, queda el resto de un conducto construido con tejas; protegía un alambre que movía el martillo que servía para dar las horas en una pequeña campana al unísono con las de la torre, campana que se retiró en la restauración del interior del templo a principios de los años 60 del siglo pasado. 2.-¿Desde cuándo luce “VIUDA DE MURUA”(9) en la esfera del reloj? La primera referencia que tenemos al reloj de la torre es de 1781, cuando se pagaron catorce reales a un peon por limpiar el reloj y escaleras de la torre. En 1847 se pagaron al relojero por componer el reloj 348 reales. Damos un salto a octubre de 1946. En esa fecha, D. Valentín Reinares, párroco de Soto desde el año anterior, incluye una nota en el libro de fábrica que dice así: Con fecha veinticinco de Octubre del año mil novecientos cuarenta y seis se terminó de colocar el reloj nuevo en la torre de la Parroquia; fue donado por Dn Pedro Mazo para servicio del pueblo; el viejo se retiró por inservible a los falsos de la Parroquia. El nuevo, con sus coste y su montaje costó unas 20.000 pts que fueron abonadas por dicho donante a la casa Murua de Vitoria, encargada de colocarlo. Y para que conste lo firmo yo, el Párroco. –fecha ut supra = Valentín Reinares.
Queda contestada la pregunta de arriba: desde 1946, gracias a D. Pedro Mazo. El reloj anterior no tenía esfera en el exterior(10); no se veía la hora; solo se oía. En las fotos de principios del siglo XX, al igual que en las imágenes del siglo XIX como la que abre este artículo, la fachada oeste de la torre luce desnuda. Ese reloj tenía pesas de piedra labrada; las del donado por D. Pedro Mazo, que nos marcó las horas hasta finales del XX, eran tres enormes pesas metálicas. Con ellas controlaba las agujas de la esfera de la fachada, daba las horas y las medias en la campana “del Reloj” y los cuartos en las dos más agudas (aunque habitualmente solo estaba activo el martillo de la campana sur); por último también llevaba el sonido de las horas hasta el interior de la iglesia, como antes hemos indicado. El encargado de su mantenimiento durante muchos años fue Justo González, relojero soteño. Un señor reloj fue. Aunque hubiese que llegar hasta arriba de la torre un día a la semana para subir las tres pesas: las dos para la sonería (más pesadas) y la central para el movimiento.
A principios de este siglo hubo que sustituirlo porque ya no había piezas de repuesto y el mantenimiento se había hecho muy caro. Por eso en el verano del año 2000 se constituyó la “Comisión pro-arreglo reloj torre”, formada por ocho soteñas y soteños de edades muy variadas. Apelando a la buena voluntad de Soteños, Soteñas y simpatizantes de Soto que sienten con cariño este bonito pueblo, durante unos meses recibieron aportaciones para conseguir el nuevo reloj. Y, conservando la esfera y las agujas de la casa Murua de Vitoria con buen criterio, se puso uno electrónico a principios de este siglo montado por San Román Sonería Monumental, de Logroño, como Delegación de Campanas Quintana, en el que esa aportación popular tuvo la máxima importancia. Electrónica, sonería para reloj y resto de toques se presupuestaron en alrededor de 600 000 pts. De las cuatro campanas, dos son las que transmiten la información horaria. Es nuestro último reloj. Que nos dure.
3.-Oír campanas y saber dónde Está claro que nuestras campanas no son las más antiguas del universo, pero alguna lleva en la torre desde hace más de trescientos años y su sonido, al ser golpeada por el badajo o el martillo del reloj, ha acompañado, de principio a fin, la vida de más de diez generaciones de soteñas y soteños. Nada menos que 1699 es el año que figura inscrito en el tercio de la llamada campana “del Reloj”, que es la única que ha permanecido ahí desde el principio, porque a las otras se les ha cambiado el inicial yugo de madera y han sido refundidas en varias ocasiones. Hasta 1913 llegaron con yugo de madera las dos pequeñas(11) y de 1929 es la anotación que dice Satisfecho al Campanero D. José Perea por enyugar en hierro la Campana Mayor y refundición de una de las dos pequeñas 886 pts. Y es que los yugos de madera daban guerra. Por una madera de encina para el yugo de la campana grande que fui a comprar a Santa Lucía… fue uno de los gastos en 1787; en 1727 había sido una piedra para el yugo, también para la misma campana. Mayor gasto aún eran las necesarias refundiciones que había que hacer periódicamente: 1008 reales se anotaron en 1890 por la mitad de los gastos de fundición de la campana del Sermón (pues la otra mitad dio el Ayuntamiento) (12).
La última refundición (e izado de campana y yugo) que se recuerda en Soto es la de esta misma campana en el año 1955 “siendo párroco D. José María Loza”, según reza la inscripción de su medio. Posteriormente, tras las obras de la torre, en 2001 se restauró sin refundirla la campana de San Pedro durante el proceso de automatización y electrificación de reloj y toques. Y cambió su sonido (a más agudo).
Tercio, medio, yugo, badajo, martillo... Es necesario un inciso antes de seguir con las campanas de nuestra torre.
Conocido desde la antigüedad(13), este instrumento musical fue adoptado por la iglesia católica en el siglo V y su uso se generalizó a partir del año 604 gracias al papa Sabino, que ordenó colocar campanas en las torres de las iglesias. Las campanas están fabricadas en bronce(14) y presentan distintas formas y tamaños. Habitualmente en su exterior llevan inscripciones (fechas, textos...) y dibujos en relieve hechos en el momento de la fundición. El tamaño y el proceso de afinación hacen que cada campana tenga un sonido característico y reconocible.
Sus dos componentes son la campana propiamente dicha (bronce) y el yugo. Mediante las asas y los tirantes (en el caso de yugos de madera) o abrazaderas (en el caso de yugos de hierro) quedan unidos uno a otro. La campana gira o se balancea sobre el eje del yugo.
El sonido se produce al golpear el badajo(15) en el interior de la zona de impacto o el martillo en el exterior de esta misma zona (electromartillo desde que los toques son automáticos). De nuestras cuatro campanas, dos podían voltearse con cuerda (tienen un cigüeñal en el lateral izquierdo del yugo) y las otras dos solo de forma manual. Hoy únicamente se voltea la campana Grande; las otras tres están fijas y cada una tiene su martillo; su badajo ha dejado de usarse.
Nuestras cuatro campanas tienen desde antiguo su nombre. Pero todos los anteriores pertenecen a la misma campana, la más potente de las cuatro y que se asoma a la plaza y la carretera. Son nombres que se le han aplicado a lo largo de los siglos. Los nombres del resto son “del Reloj” para la más antigua (es la que ha marcado siempre las horas) y que mira al este; “del Muertito”, la que mira al sur (su nombre se debe probablemente a que era la que se empleaba en los toques en la muerte de menores de edad o porque miraba al antiguo cementerio viejo) y “de San Pedro”, la que se asoma a la antigua calle Mayor. Estos son sus datos:
(*) Peso calculado de acuerdo con sus dimensiones.
Ahora es raro hacer esta pregunta porque los toques de campana en la torre se han reducido prácticamente a cuatro. Pero antiguamente, las opciones eran muchas y a veces había que adivinar. Para presentar esta última sección del artículo recogemos lo que, sobre el toque de campanas (manual, eso sí) se dice en el Decreto por el que se declara el Toque Manual de Campana como Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial.
El Toque Manual de Campana es un lenguaje sonoro que ha funcionado a lo largo de los siglos como un medio de comunicación, cumpliendo un conjunto de funciones sociales para la comunidad: informar, coordinar, delimitar el territorio y proteger. Los toques de campanas, basados en el ritmo, han sido los encargados de organizar la vida comunitaria, de delimitar el tiempo y el espacio laboral, diario, festivo y de duelo. De ahí que exista, tanto en el ámbito religioso como en el civil, un amplio repertorio, lenguaje, en definitiva, con una gran diversidad de formas y técnicas que han anunciado incendios, tormentas, rogativas, horas y acontecimientos del ciclo vital, y, en resumen, han regulado multitud de aspectos de la vida festiva, ritual, laboral y cotidiana.
La protección de los toques de campanas manuales no solo significa poner en valor y asegurar la continuidad de una sola tradición común, compartida entre los diversos pueblos de España, sino que, además, supone proteger cientos de sistemas locales de comunicación, con ciertas características compartidas por zonas, pero casi siempre únicos, al borde de la extinción por dos motivos, la falta de campaneros y sobre todo, la referida falta de sensibilización hacia este fenómeno de comunicación casi único en cada lugar, que tiene muchos y más variados significados que la simple llamada a misa.(19)
El toque manual de campanas se perdió en Soto en la segunda mitad del siglo XX, como tantas otras cosas, en aquellos años de la gran emigración. Pero parte de él se conserva en los toques automáticos actuales, aunque no reflejen fielmente los tradicionales.
Hemos representado los toques mediante símbolos:
Toques diarios
Toque de oración del amanecer o "toque de maitines" Toque de oración del mediodía o "A comer" Toque de oración del atardecer, también llamado "A recoger perdidos"(20) Toque a misa Toques no diarios
Toque de difuntos Toque de gloria Toque de fuego Toque de rogativas Volteo Terminamos este repaso a nuestra torre y a sus habitantes. Tienen las campanas de pueblo algo que les falta a las de las ciudades: acompañan, rompen el silencio y crean identidad. Escuchar los mismos sonidos a la misma hora y en el mismo sitio une a la generación que las escucha; y une a esta con las generaciones que las escucharon antes y con quienes las escucharán después. Son uno de los lazos de unión entre las generaciones que han pasado, pasamos ahora y seguirán pasando por Soto. Larga vida tengan. Que sigan oyéndose y, sobre todo, escuchándose; eso querrá decir que no están solas.(22)
Hay muchos poemas que hablan de las campanas. Cerramos estas líneas con el más famoso de todos ellos: el de Rosalía de Castro.
Gracias a las personas que han ayudado a que estas líneas salgan adelante: Roberto Calvo, que prestó algunos datos; Antonio Grandes, que ayudó en las medidas; José Luis Lázaro, Gregorio Río y mis hermanos, que compartieron recuerdos. (1) Libro de fábrica es el libro en el que se anotaban gastos e ingresos de la iglesia. El más antiguo de los que se conservan de la de Soto es el que recoge los datos entre los años 1675 y 1739.
Volver (2) No se conserva mal aunque no se recojan gastos desde hace casi un siglo: 1935 Por los palos torneados para reponer la escalera del coro, según factura costó en Logroño 14 palos a 3 Pts 42.00.
Volver (3) Bóvedas: nombre que se da tradicionalmente en Soto al hueco entre la bóveda de la iglesia (nave y capillas laterales en conjunto) y la cubierta del templo. Desde ellas se accede al tejado y desde ellas se trabajaba para “poner” el Monumento que se expuso el XXXII Día del Camero Viejo.
Volver (4) Para voltear la campana del Reloj eran necesarios dos o tres personas: a la diferencia de peso entre yugo de madera y campana, que hacía muy irregular el giro, se unía la diferencia de altura de ambos componentes; por eso había que voltearla desde los laterales. Los primos Trapero (Santiago y Juanito) tenían pericia reconocida para manejarla. A veces con excesiva confianza (por no llamarla imprudencia: quien lo vio cuenta que, agarrados al badajo y metidos dentro de la campana, llegaron a girar con ella).
Volver (5) Los datos del Libro de cuentas son de Roberto Calvo, en su incansable trabajo de investigación en archivos sobre la historia de Soto. Agradecemos tanto esta observación como todo su trabajo.
Volver (6) Calvo, R. (2009). Concordia entre la villa de Soto y el Cabildo (1774). Arces, 4, 29 – 36.
Volver (7) La restauración se realizó con proyecto de Gerardo Cuadra Rodríguez y un presupuesto de trece millones de pesetas. Se rehízo la “piel” de la cúpula reutilizando en gran parte los ladrillos antiguos; el remate superior en forma de cupulín se llevó a cabo con un bloque de hormigón “in situ” forrado de cobre; también es de cobre la nueva bola bajo la cruz. Además se modificó el color del zócalo del chapitel al cambiar del rojo del ladrillo al gris de piedra. Por otra parte se sustituyeron los cuatro pináculos de bola por otros de piedra artificial y de mayor tamaño. Finalmente, se restauró el segundo cuerpo y el del campanario así como las cornisas. Puede verse la descripción detallada en “Restauración del Patrimonio Histórico Artístico en La Rioja”, Gobierno de La Rioja, 2003, págs.119-120
Volver (8) Don Pedro Mazo (1878-1958) , aparte de la entrega de “donativos cuantiosos con destino a la construcción del Sanatorio Antituberculoso de Logroño” (parte antigua del hospital San Pedro actual) según se dice en el decreto por el que se dispone su ingreso en la Orden Civil de Beneficencia, dejó en Soto, entre otras donaciones, treinta bancos para la iglesia y diez más para la ermita de la Virgen (1932), la vidriera del coro de la iglesia (1932), y el armónium de la ermita de la Virgen (1911). Además del reloj “para servicio del pueblo”.
Volver (9) Viuda de Murua fue una empresa familiar dedicada a la fabricación de relojes y campanas, y fundada por Ignacio Murua, artesano campanero y relojero, en 1854. Tuvo distintos nombres a lo largo de su existencia: Lecea y Murua (1859 a 1931), Hijos de Murua (hasta 1947) y Viuda de Murua (hasta 1963) y finalmente solo Murua. Ubicada en Vitoria. Suponemos que el montador del reloj de Soto fue Eduardo Ruiz de Arcaute, que instaló más de 400 relojes por aquellos años. Ver http://www.patrimonioindustrialvasco.com/actividades/relojes-y-campanas-viuda-de-murua-vitoria-gasteiz-mas-de-un-siglo-dando-la-hora/ (Fecha: 15-5-2023)
Volver (10) Alguien que era párvulo en la escuela de doña Constan en esa fecha recuerda aún el asombro que le produjo una mañana la aparición de un “redonchel” muy blanco en el gris de la torre.
Volver (11) 2 yugos de hierro y nivelar para campanas pequeñas de la torre para tocar los domingos 200 pts.
Volver (12) Puede verse el artículo de Roberto Calvo en el número 16 de esta revista (agosto de 2021) donde detalla el contrato que firman el párroco y alcalde de Soto por una parte y un maestro campanero cántabro para la refundición de la campana del Sermón.
Volver (13) La campana más antigua de la que se tiene registro se encontró en Babilonia, y tiene más de 3000 años de antigüedad.
Volver (14) “término genérico con el que se indica un grupo de aleaciones metálicas que contienen cobre y estaño en proporciones variables según el uso al que se destinan. En lo que se refiere a la aleación de las campanas, el denominado específicamente "bronce campana", no ha sufrido modificación alguna (salvo las propias de la picaresca o de la piedad que invitaban a introducir elementos extraños) desde los primeros tiempos, adoptándose el porcentaje fijo del 78 % de cobre y el 22 % de estaño. “
Nozal Calvo, M. (1984) "LA FUNDICION DE CAMPANAS" Fundiciones Quintana (Palencia). Revista de Folklore, 47, 157-163. Reproducción digital en https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-fundicion-de-campanas-fundiciones-quintana-palencia/html/
Volver (15) El badajo de la campana que se voltea actualmente está más asegurado que en tiempos pasados, cuando no era muy raro que un badajo cayese a los tejados de la iglesia, del pórtico o incluso a la calle, al menos una vez con fatales consecuencias.
Volver (16) Esta campana se volteaba raras veces a lo largo del año: en “Santágueda” o fiesta de los quintos, en la procesión de San Esteban y poco más. Previamente, había que apretar bien las cuñas del yugo en las que se sujetan los tirantes; y se les echaba agua para que se hinchasen. Lo más difícil era conseguir la primera vuelta: debido a la diferencia de peso y altura entre campana y yugo costaba echarle mano al borde superior; y el balanceo previo para conseguir esa primera vuelta era bastante más largo que en la campana Grande. La campana del Reloj era complicada de voltear. Y
traidora: se cuenta (¿verdad o leyenda?) que arrojó al tejado de la iglesia a un mozo, aunque sin más consecuencias
que el susto.
Volver (17) Hasta finales de los años 50 del siglo pasado, los toques podían hacerse tanto desde el campanario como desde el descansillo de la entrada a las “bóvedas”, incluso algunos desde la base de la torre un poco más arriba del coro. Para ello mediante un sistema de poleas bajaba desde arriba una cuerda o alambre desde el badajo de cada campana. Así el sacristán se ahorraba unas cuantas escaleras. Lo mismo se hacía para voltear la campana de San Pedro. Visto el desgaste por roce en la madera de la escalera, está claro que las campanas de Soto han sonado muchas veces a lo largo de los siglos.
Volver (18) Así como en el caso de la campana del Reloj era imposible dejarla “muerta” (hacerla girar tan rápida que el badajo no llegaba a tocar), en esta sí que se conseguía a veces; y con más facilidad en el caso de las campanas pequeñas.
Volver (19) Real Decreto 296/2019, de 22 de abril, por el que se declara el Toque Manual de Campana como Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial.
Volver (20) Para la gente que aún andaba lejos, todavía sonaría en la ermita de la Virgen el toque de “A ganar las indulgencias” (información de Blas Grandes, que volteó muchos años su campana a las 8 de la noche en invierno y a las 9 durante el verano). Sus ecos podían oírse en Valdeosera si las condiciones eran buenas.
Volver (21) D. José María Loza Besga, párroco de Soto entre 1953 y 1965.
Volver (22) En la página de referencia en España sobre campanas, relojes y torres hay disponible abundante información sobre estos tres elementos: http://www.campaners.com
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Tres referencias para un pueblo
(Fue publicado como artículo en el número 17 de la revista ARCES en julio de 2023).
Partes de una campana
Campana Grande, campana del Sermón, campana Mayor
Nombre Del Reloj o Garbancera Diámetro (cm.) 99 (ventana=138) Altura (cm.) 73 (230 de altura total) Peso (kg.) (*) 562 Tipo de yugo Madera con contrapeso de piedra Año 1699 Inscripciones Tercio: AИO * DE * 1699 * IHS * MARIA * JOSEPH * S * ESTEFAИE * ORAPROИOBIS
Medio pie: FVGITE * PARTES * ADVERSE VICITLEODETRIBVIVDA * ECCE * CRVCEM * DOMIИI Sonido Origen del sonido Tradicional(16) Martillo (reloj)
Badajo (volteo y toques)(17)Actual Electromartillo (reloj y toques)
Nombre Del Muertito Diámetro (cm.) 60 (ventana=80) Altura (cm.) 48 (90 de altura total) Peso (kg.) (*) 125 Tipo de yugo Hierro desde 1913 Año 1935 Sonido Origen del sonido Tradicional Martillo (reloj)
Badajo (volteo y toques)Actual Electromartillo (reloj y toques)
Nombre Grande Diámetro (cm.) 105 (ventana=125) Altura (cm.) 85 (175 de altura total) Peso (kg.) (*) 670 Tipo de yugo Hierro desde 1929 Año 1955 Inscripciones Tercio: SAN * ESTEBAN * AÑO 1955 * DEDICADA * PROTOMARTIR
Medio: FABRICA DE RELOJES Y CAMPANAS VIUDA ANGEL PEREA MIRANDA DE EBRO FUNDIDA SIENDO PARROCO D JOSE MARIA LOZASonido Origen del sonido Tradicional Badajo (volteo(18) y toques) Actual Electromartillo (toques)
Badajo (volteo automático)
Nombre De San Pedro Diámetro (cm.) 65 (ventana=85) Altura (cm.) 55 (118 de altura total) Peso (kg.) (*) 159 Tipo de yugo Hierro desde 1913 Año 1929? (Restaurada en 2001) Sonido Origen del sonido Tradicional Martillo (reloj)
Badajo (volteo y toques)Actual Electromartillo (toques)
¿A qué tocan?
Campanada de la campana del Reloj
Campanada de la campana Grande Campanada de la campana del Muertito
Campanada de la campana de San Pedro Final de ciclo
Continúa de forma indeterminada
Pendientes de lograr unas grabaciones más límpias (junio de 2023).
Treinta campanadas a la misma velocidad; ahí se acababa el primer ciclo. Después, tres campanadas mucho más espaciadas. La velocidad era lo suficientemente lenta como para que pudiesen ser contadas. Se relacionaban con la edad de Cristo.
Quedaba unido a la última campanada de las 12. La velocidad era la máxima que permitían las cuerdas que unían el badajo de cada una de las campanas. Si el toque se realizaba en la plataforma de las campanas, solía ser más rápido y, sobre todo, más potente que si se utilizaban las cuerdas que bajaban hasta la altura del coro. En todo caso, oído desde la escuela sonaba -muy alegre- a final de sesión de mañana.
Formaba grupo con los dos anteriores y señalaba el final de la jornada. Las dos primeras
campanadas del primer y segundo ciclo eran más lentas que la otras tres. La última parte era un corto fragmento del toque de difuntos.
Sonaba media hora antes de su comienzo y consistía en el volteo, mediante una cuerda, de la campana norte. Para terminar, se daban algunas campanadas de repique con la campana del Muertito.
Se trata de un toque de gran duración con un cambio paulatino de la velocidad: el primer ciclo podía ser tan lento que en ocasiones duraba más de un minuto; a la terminación del toque, la velocidad era la máxima permitida y solo dependía de la pericia del campanero y de las limitaciones de las cuerdas. Esta estructura del toque permitía amoldarse a las necesidades. A la hora del entierro, se tocaba uno antes de la misa y otro después; el segundo duraba desde la salida de la iglesia hasta la llegada al cementerio; el primero, desde la salida del cortejo de la casa mortuoria hasta la llegada a la iglesia. Por eso unas veces era más largo y otras más corto.
Además de acompañar los entierros, previamente este toque servía para anunciar el fallecimiento, tanto si había fallecido en el pueblo como si el hecho había ocurrido fuera. En esta información iba incluido si se trataba de un hombre (tres toques), una mujer (dos toques), o un niño (se tocaba a gloria).
Un último empleo tenía lugar el día 1 de noviembre y en la llamada novena de las ánimas.
Se empleaba en las defunciones de los niños. Se hacía con las dos campanas pequeñas. Las dos campanadas de la campana del Muertito se daban más rápidas; las otras, más lentas.
Con una velocidad media y mantenida, este toque -insistente donde los haya- convocaba al vecindario como motivo de la declaración de fuego en algún lugar del término. La campana utilizada era la Grande, que es la más potente.
Las rogativas aparecían ya en la Concordia entre Villa y Cabildo del año 1774 a la que hemos hecho referencia anteriormente. Este toque sonaba en las rogativas que en abril -el día de San Marcos- y en los tres días anteriores a la Ascensión, se llevaban a cabo en procesión a las distintas ermitas desde donde se bendecían los campos sembrados. El toque duraba tanto como duraba la procesión. Excepto en la que se hacía a la ermita de San Babilés, en todas las demás el campanero veía la procesión y paraba cuando entraban en la ermita donde se celebraba la misa. Después, en la vuelta hasta la iglesia, hacia lo mismo.
Era cosa de los días de fiesta. La víspera, inmediatamente después del toque de mediodía, se volteaba la campana grande; lo mismo se hacía en el toque que precedía a las Vísperas cantadas. En las procesiones podían llegar a voltearse todas las campanas, dependiendo de la importancia de la fiesta y de que hubiera personal suficiente, ya que hacían falta dos o tres mozos para mover la del Reloj y uno para la Grande. Otro día de volteo general era el Día de los quintos o “Santágueda”. Eran ellos los que se encargaban ese día de mover las campanas; y de “robarle” a D. José María(21) una buena colección de pichones para merendar; era lo que suponía recorrer la torre y las “bóvedas”.
Notas al pie