Hasta tres melodías distintas se oyeron en la ermita. La más moderna, de mediados del siglo XX, duró muy poco: no gustó a la gente y cayó en el olvido.
Las otras dos se alternaron durante los nueve días hasta finales de los años 60. Una es de 1912 y la otra, probablemente, más antigua. Es esta la que sigue oyéndose cada final de verano. En 2010, la Asociación Cultural ARCES la publicó en un CD preservándola para siempre.