La ropa tendida en la inmensa solana del cuartel de la Guardia Civil indica vida. Eran más de cinco las familias que residían en él.
Junto a la piedra que marcaba el punto kilométrico 32 , la Fuentita llenando -lenta pero incansable- cántaros, barriles, baldes o calderos, probablemente desde los años 90 del s. XVIII. Fue en el año 1795 cuando el visitador eclesiástico, al constatar que de algun tiempo a esta parte parece se introduce en la Hermita el agua que biene de el terreno que la domina y la daña considerablemente, manda que buscando el origen del manantío dispongan dar curso a las aguas por la parte de afuera.
Ese es el primer edificio que se adivina a la izquierda y que D. Pascual Madoz señalaba como una de las ermitas situadas dentro del pueblo; en realidad era más que una ermita: se trataba de una institución con funciones de asilo. El nombre popular era Nuestra Señora (Nuestra Sra. del Rosario en el texto de 1795) y, vacía ya, aún permanecía en pie en 1939.
Las aguas del río, sin duda crecido, movían todavía las maquinarias de las fábricas de paños, como la que aparece al final de El Cascajar.
Y el coche de línea; punto de atención diario, por supuesto.