Los haces estaban formados por las gavillas que se habían ido dejando sobre la pieza al segar. Doce haces hacían una carga; y entre seis y diez cargas (dependía del tamaño de los haces) formaban la parva, cantidad de mies que se trillaba en una jornada. Fácil es deducir el trabajo que suponía la siega.
Los haces se ataban con vencejos. Hacer los haces tenía su arte. Había que atarlos bien; de otro modo se esbalagaban. Se tendía el vencejo abierto en el suelo y se iban colocando encima las gavillas, unas con las espigas hacia un lado y las otras al revés, hasta que hubiera las necesarias. Se juntaban los extremos del vencejo, se retorcían juntos y se pasaban por debajo del mismo vencejo con la ayuda del garrotillo. Los haces quedaban listos para el acarreo.
Los vencejos, reservados tras la trilla, al invierno siguiente servían para chumarrar el cochino el día de la moraga. Se sembraba poco centeno, pero -como se ve- se aprovechaba bien.
No son piezas donde no pueda entrar el ganado, pero en alguna de ellas la yunta, cuando araba, debía salir al camino para dar la vuelta..